La Taberna del León, el eterno favorito

La Taberna del León es uno de esos sitios que parece que han estado ahí siempre, como un referente en el tiempo no sólo de extraordinaria cocina, sino de servicio atento y de personal que ha visto pasar generaciones de familias.

Fue la primera vez dónde los capitalinos conocimos a la chef Mónica Patiño, eso fue hace más de veinte años y desde entonces, nos apasionamos por su propuesta gastronómica. No ha dejado de ser el lugar que es como la segunda casa, dónde sabes que puedes festejar el cumpleaños del abuelo y que todos los miembros de la familia comerán de forma extraordinaria. Es como un viaje en el tiempo, a épocas donde no existían preocupaciones más que pasar un buen rato relajado en compañía de personas queridas con platicas amenas y música de piano de fondo.

Desde entonces, mucho ha cambiado en el sur de la Ciudad. Muchos restaurantes han abierto pero la Taberna del León continua entre los favoritos. Es fácil saber porqué, la calidad de su cocina está más esplendida que nunca y no hay nada como llegar a un sitio y que te reciba un gueridón con pavlovas, tartas, pasteles y al costado, una champañera.

Para iniciar sin prisa, hacerlo con el trío de tostadas de mar, unos ostiones a las brasas con una salsita de chipotle y cilantro y el carpacció de atún al mojo de ajo. Los sabores marinos son un buen comienzo siempre, más si se maridan con un vino blanco de la casa —casi siempre mexicano. Es un buen preámbulo para relajarse y sentirse en un lugar donde las cosas se toman con calma y tomar un momento para ver a los compañeros de otras mesas. Hay de todo, desde hombres de negocios, familias o mesas de amigas donde no faltan las carcajadas. Un múltiplo de personalidades pero donde se nota que todos la están pasando bien.

De plato fuerte es inevitable caer ante la tentación de pedir un corazón de filete con foie gras salteado a las 4 pimientasy puré de papa marmoleado con hongo shiitake. Es glorioso, es tremendamente goloso y con sabores repletos de umami que hacen imposible no adorarlo. Es de esos platos que te hacen decir mmmm sin pensarlo, mientras se deshace en tu boca y los jugos de la carne inundan tu paladar. Es un obligado.

Si lo tuyo es un poco más casero y nostálgico, no puedes perderte la pechuga de pollo al pipián de mi abuelita. El nombre lo dice todo, tiene todo el toque a sabores familiares, con todo y su arrocito, que sientes que has comido toda tu vida y que ayudan —en días de lluvia sobretodo— a sentir que recibes un apapacho en un plato. Son de esos platillos que te harán derramar una lagrimita por recuerdos de otras épocas.

Mientras la tarde pasa y el sol va cayendo y dejando de iluminarlo todo, llega el momento del postre. Hay tanto de dónde elegir que es casi imposible, lo más tradicional siempre serán sus pavlovas con frutos rojos, un clásico milhojas con frambuesas o un pastelito tibio de chocolate, pero el favorito siempre será la tarta de chocolate helena con culis de frutos rojos y nieve de frutos del bosque. No hay manera de fallar o de arrepentirse de haber hecho una mala elección. Siempre será un postre atinado, con el toque justo de amargor, poco dulzor y acidez para terminar satisfecho.

Vale la pena regresar a este clásico sureño no sólo para recordar buenos momentos sino para seguirse maravillando de la extraordinaria cocina de la chef Mónica Patiño, su elegancia y sus ganas de hacerte sentir en casa.