Casa Portuguesa

22 Mar 2016

Portugal en Polanco es una vieja buena noticia.

Margot Castañeda
editorial@queremoscomer.com

 

Cada vez que pienso en un buen desayuno pienso en la Casa Portuguesa. Ya sé que es un cliché, pero es delicioso y se lo perdono. Tomarse un café Illy de máquina bien equilibrada en una terraza calma y fresca con vista al soleado Parque Lincoln; comerse lentamente una esponjosa y dulce —pero no demasiado— concha de vainilla recién horneada (advertí que esto es un cliché, eh); escuchar las composiciones de Antonio Carlos Jobim; y dejarse atender por un presto mesero que sabe bien que ya es hora de ofrecer una mimosa para acompañar el omelette Lisboa —con bacalao, jitomate y hierbas—. Todo es un hermoso y conmovedor cliché que —al menos a mí— no (me) cansa.

Casa Portuguesa Salón

Aunque a veces hay que cambiarle un poquito y en vez de pedir el omelette que nunca falla (en serio, si tuviera un restaurante me robaría al cocinero de desayunos) hay que irse por el Tosta mista especial, una especie de Croque Madame versión portuguesa: sándwich de jamón y queso gratinado, bañado en salsa Francesinha y huevo frito. O aguantarse el antojo de chopear la concha en la taza de café —que por cierto también puede ser oaxaqueño en percoladora— y pedir un Da Silva, un malévolo panecito de brioche con frangipan (crema de almendras),o un garibaldi, o un croissant con almendra (uy, éste es uno de los mejores),o una orejita, o un…. Bueno, el punto es que en su mayoría el pan es una gloria. Sale de los hornos de Da Silva, propiedad del hermano de María da Silva, quien inauguró el primer restaurante portugués en la ciudad.

Desayunos
Junto a su marido Francisco Zamudio, ella abrió Casa Portuguesa hace casi 20 años pensando en unirse al entonces incipiente movimiento de la alta cocina mexicana en el país; pero encontró su verdadera voz cuando se le ocurrió hacer un festival de cocina portuguesa para romper la rutina del restaurante: Abril en Portugal, lo llamó. Ahí se quedó.
María no tuvo que esforzarse de más para lograr una cocina tan esmerada y cercana a la que se come en la tierra de José Saramago; ella creció comiendo bacalao en más de veinte formas distintas y no solo a la vizcaína en Navidad, como acostumbramos los mexicanos. Su padre, Alberto Gomes da Silva, fue cónsul de Portugal en México durante muchos años, así que María y su hermano Eduardo entrenaron desde chicos su gusto por el mediterráneo, a pesar de vivir lejos de él.

La escuela de cocina no fue indispensable para María, con un par de cursos en Le Cordon Bleu y en Ambrosía, y las asesorías de chefs portugueses como Luis Baena, ha logrado mantener a su restaurante como el referente de gastronomía lusitana en México.

En realidad Casa Portuguesa es mucho más que una radiante terraza para desayunar rico.

También se come bien aquí. Primero: es el lugar al que uno viene a comer bacalao todo el año, porque ¿sí sabemos que el bacalao no solo se come seco y enjitomatado a fin de año, verdad? Hay más de 10 opciones en la carta, más los especiales que van y vienen; pero el más querido y pedido es el Douro: a las brasas y horneado (que lo deja suave por dentro con una leve capa crujiente por fuera) con aceite de olivo, ajo, verduras y papa.

Bacalao casa portuguesa
Segundo: se pueden contar con una mano los ingredientes de un solo platillo. Nada es rebuscado, todo depende de buenos ingredientes bien combinados con técnicas impecables.

Por ejemplo las almejas à bulhão pato, tan solo salteadas con ajo, cilantro, vino blanco, olivo y un poquito de limón meyer, son inolvidables, aromáticas, tibias solo en temperatura. O el caldo verde, típico portugués hecho con papa, acelga, chorizo y olivo, que es a la vez delicado y potente. O la ensalada tibia de pulpo y feijao frade (frijol ojo de tigre),quizás uno de los platillos más humildes de la carta, pero también de los más cálidos. Aunque la cocina es elemental, no todo tiene sabor tierno. El arroz de pato con tocino y chorizo es uno de los más intensos, con el sabor de ambas carnes peleándose el protagonismo; y luego está la llamada Francesinha que merece comerse sola, porque cualquier cosa que venga después será opacada. ¿Para qué queda espacio luego de zamparse un abundante sándwich de filete de res, salchicha ahumada, chistorra y jamón gratinado en una salsa de cerveza y oporto con huevo estrellado como corona? Postre. Y vinho do Porto. Y nada más.

almejas casa portuguesa
Tercero: el aceite de olivo de Casa Portuguesa es una exquisitez. Se llama Herdade Do Esporão, está hecho con extracción en frío, lo traen desde Alentejo, Portugal, y cuesta casi 300 pesos el medio litro. Sabrá quien lo haga qué magia tiene este extra virgen; yo solo sé que es suave, amarguito, hasta tantito picante, y que es una gozada. Se nota desde el aroma, aunque el plato aún no toque la mesa. Me imagino sin problemas pasando la tarde en la terraza de Casa Portuguesa comiendo pan de centeno y semillas de girasol bañado en aceite de oliva. Y ya, el mundo que ruede.

Luego están los postres. Por fortuna no caen —la ventaja de tener un hermano repostero, ¿verdad, María?—. Las pasteis de nata hacen la mitad de la chamba en la carta dulce, son tartitas de nata con aspecto, aroma y sabor casero, hasta con toque de abuela, diría. Y caen bien después de los sabores crudos de la comida. Lo malo es que están demasiado dulces como para acompañarlas con un oporto de la casa. El truco está en comerse primero las pasteis y luego echarse el vino fortificado para aliviar el circo estomacal.

Hablando de vinos, la cuarta razón por la que Casa Portuguesa vale el fastidio del tráfico en Emilio Castelar es el vino verde. No es una bebida de dioses, ni siquiera me hizo ir a buscar una botella al Palacio de Hierro después de probarlo —el aceite de oliva sí—; pero es rico e inusual; además de que da la casualidad de que le va bien a la comida portuguesa porque es fresco, frutado, floral, suave, joven, y con un poco de gas carbónico que lo hace ligeramente espumoso e ideal para maridar al bacalao, incluso a la profunda Francesinha. (Por cierto, se trata de un vino blanco, no verde. Se llama así porque se hace en la región “verde”, al noroeste del Portugal, casi colindando con la región española de Galicia, donde la humedad está presente todo el año.)

Quinta y última alabanza a Casa Portuguesa: tienen buena música y siempre está a un volumen decente —incluso cuando hay show en vivo—. Los meseros son atentos y logran un servicio apenas perceptible —lo cual es bueno—, pero creo que aprecio más el asunto del playlist. Se mantiene en los sonidos folk de la música popular portuguesa, que te pone de buen humor sin que siquiera lo notes. Ya nada más me falta sentarme a leer a Fernando Pessoa para que mi cliché termine de gestarse.

Editorial


Explorando Sabores: SSAM Restaurante Coreano Llega a la Ciudad de México

Explorando Sabores: SSAM Restaurante Coreano Llega a la Ciudad de México

SSAM: Epicentro de Innovación Gastronómica en Guadalajara. De la Mesa Coreana a Vía Santa Fe

leer más
BURGER FEST 1ER EDICION 2023

BURGER FEST 1ER EDICION 2023

El arte de comer hamburguesas

leer más
BRASAS MÉXICO

BRASAS MÉXICO

Festival de asados y parrillas por primera vez en CDMX.

leer más